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Confituras Goya nació en 1886, aunque no fue hasta los años 20 del siglo XX cuando surgieron los famosos ‘Vasquitos y Nesquitas’
Ni la 'Green Capital' ni su capitalidad vasca. Si algo ha hecho famosa a Vitoria-Gasteiz en el mundo es una creación de lo más dulce. Unos bombones centenarios que a buen seguro han viajado por un sinfín de países.
Por no hablar de su envoltorio, una lata metálica presente en innumerables hogares y conservada (una vez terminado su dulce tesoro) como decoración o como cofre para guardar hilos, cartas, cromos, perfumes, galletas o chucherías varias.
Hablamos, cómo no, de los conocidos 'Vasquitos y Nesquitas', unos bombones centenarios de dulce abolengo. Nacidos en los años 20 del siglo XX, su historia se remonta a varias décadas antes.
En concreto, hasta 1886. Fijemos nuestra atención en Manuel Goya, que en aquel entonces abría su primera confitería en la calle Mateo Moraza. Allí elaboraba dulces, claro, pero también velas. Algo habitual en esa época en este tipo de establecimientos. ¿La razón? Que ambos productos tenían una materia prima en común: la miel.
Su hijo Saturnino trasladó el obrador y tienda a la actual calle Dato, 6, entonces conocida como 'Ensanche de la Estación'. Y fue el nieto del fundador, José Goya y Mendizabal, quien marcó el punto de inflexión en esta historia.
Se casó con Teresa García Ugalde, heredera de las pastelerías García, otra saga de renombre en la sociedad vitoriana. Su padre era Pedrín García Ramírez, de origen zamorano. Dirigía junto a su mujer, Juanita Ugalde, la tienda Casa García, ubicada en Dato, 20. Ambos serían los abuelos del fotógrafo Alberto Schommer.
Pero Pedrín García también colaboraba con el diario 'La Libertad' y la revista 'Vida vasca'. En ambos publicaba poemas humorísticos, de los que daba buena cuenta su seudónimo, 'Abate Merengorum'.
Los vecinos y rivales se convirtieron en familia y socios con una fusión que la crónica social de aquellos años denominó 'La dulce alianza'. Teresa aportó el local hoy más icónico de Goya: el de Dato, 20. Un establecimiento de lo más elegante, con un lienzo en el techo y forrado de espejos. El cual, por ahora, permanece cerrado debido a las obras de rehabilitación del edificio.
Pero volvamos a José Goya, que tras el enlace inventó las Nesquitas y Vasquitos. En 1929, cuando solicitó dos marcas comerciales, a las primeras las etiquetó como pastillas, más tirando a caramelo, para diferenciarlas de los bombones ‘Baskitos’, de chocolate a la crema y diversos sabores.
Y se irían sumando otras especialidades: los Bocaditos Kirris, los Goyescos, las Frutas Vascas y las trufas. Fue la racha más creativa de Goya. Los bombones Vasquitos y las pastillas Nesquitas, junto con otras creaciones, acabaron en una caja surtida metálica, que resultaría icónica y forma parte de la colección del Museo Vasco de Bilbao.
Su fabricante era Industrias Metálicas Vizcaínas S.A, una empresa radicada en la zona de Recaldeberri, dedicaba a elaborar botes y latas para la comercialización de conservas.
Aunque no sería hasta 1997 cuando los descendientes optaron por el formato actual, para evitar confusiones en cuanto al contenido, y denominarlo ‘Vasquitos y Nesquitas. Surtidio de bombones’.
Pero retrocedamos un poco, hasta el hijo de José y Teresa: José Manuel. Nacido en Vitoria en 1936, era ya la cuarta generación de un oficio que aprendió en el obrador de la calle Ortiz de Zárate.
Él fue quien se dedicó a expandir y consolidar el negocio familiar. Invirtió en equipamiento, sin tocar el producto, y abrió cuatro nuevas tiendas: dos en Avenida Gasteiz, una en Duque de Wellingon y otra en Ortiz de Zárate. Y el obrador se trasladó a un pabellón nuevo en la calle Barrachi.
Unas instalaciones que modernizaron las elaboraciones y ampliaron la variedad de productos: desde bollería artesanal a turrones y mermeladas. Y de locales, porque ya suman 8 en activo en la capital alavesa, además de otros en Bilbao, Pamplona y Logroño.
Toda una tradición artesana y repostera que ha convertido a unos bombones no solo en un placer dulce, sino en un auténtico souvenir. La prueba más dulce de la visita a Vitoria-Gasteiz.
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